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“El apoyo de mi madre fue fundamental”

Entrevista a Daiana Fernández, árbitra y asistente internacional de fútbol.


Una tarde de agosto, cuando la madre no la dejaba ir a jugar al fútbol al cuadro del barrio, vio una publicidad de inscripciones abiertas de cursos de arbitraje, como haciéndole una gambeta a los permisos maternos, se propuso que fuera su carrera y, en el camino, su madre se transformó en el pilar para su desempeño..

“Empecé a llamar a todos lados, di con el Colegio de Árbitros y me dijeron que al otro día se abrían las inscripciones. Pero no quedé”. Así comenzó la historia de Daiana a los 17 años. Al año siguiente la apuesta se redobló, visita al psicólogo, controles de altura y peso fueron parte del segundo intento que esta vez se encontró con otro obstáculo: la altura. “Media menos de 1,60 metros”, señala la asistente internacional. Con el equipo de preparación reforzado por médicos, tratamientos, controles y su madre, quien “no quería que jugara en clubes pero fue la que más me apoyó”.


Mujer hablando con las manos entrelazadas sobre una mesa de un bar. Atrás de ella hay una ventana.
Daiana Fernández, árbitra y asistente internacional de fútbol.

“La contención de mi madre fue grande. Decirle que tenía que preparar una prueba para entrar al curso, llegar a casa y tener toda la comida pronta fue fundamental. Porque si yo llegaba a casa y tenía que hacer todo, capaz que no me daba el tiempo”. Así recuerda Daiana Fernández sus primeros pasos para ser jueza de fútbol, ese que tal vez, después de la arquería, sea uno de los lugares más hostiles en cancha.


Ser árbitra en Uruguay es una profesión que aunque a paso lento va ganando terreno dentro y fuera de la cancha, así como también en la seguridad de las mujeres para estar y persistir a pesar de que a veces la propia cabeza les juegue de contragolpe con las líneas sociales y de género que afirman que “los hombres son más fuertes o rápidos que las mujeres”. Todo cuesta el doble partiendo de esa premisa y así lo deja saber Daiana al momento de analizar el juego: “En mi curso éramos dos mujeres y treinta hombres, competís contra ellos y creés que van a correr más que vos. Por lo menos era lo que pensábamos pero cuando nos pusimos a entrenar a la par, empezamos a salvar también las pruebas masculinas de aptitudes físicas”.


Las pruebas que avalan las condiciones físicas se realizan una vez al año con la intención de asegurar que “seguís como la primera vez”, dice Daiana. Si bien esta instancia es equitativa, la árbitra FIFA considera que se debe entrenar más: “No creo que tengan que cambiar las pruebas. El tema es que los jugadores corren súper rápido y si yo no pasó una prueba física masculina no voy a estar preparada. Si bien hay diferencias biológicas no es imposible”.


Mujer sentada, sonriendo, con las manos apoyadas sobre la mesa de un bar. En los márgenes se ven otras dos personas que hablan con ella.
Daiana Fernández, siendo entrevistada por el equipo de nómade.

A la hora de conformar las ternas arbitrales se generan dos bloques: “Hoy en día cuando hago femenino la mayoría de las veces me toca con mujeres. En masculino, me toca con más hombres”. Siendo que en todas las categorías son 13 mujeres árbitras. La sinergia atraviesa un nivel de profesionalización al ser árbitras internacionales ya que: “cuando salimos para afuera tratan de que trabajemos antes juntos”.


Enseñar como táctica para afianzarse en su lugar de trabajo fue el primer paso que dio al momento de reconocer que su labor podía ser cuestionada por aspectos que iban más allá de impartir justicia en una cancha de fútbol: “En un partido de la C un jugador me gritó y le pedí que no lo hiciera. A lo que él respondió ‘esto es igual para todos’. Le dije que no me gritara porque era una persona, no por ser mujer. Y quedó por ahí. Dentro de la cancha nunca me pasó nada. Afuera, sí.” sostiene.


 


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